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Hola, Amigas Roki. Me gusta el término 'amigas' porque, aunque no nos conozcamos, estamos conectadas por experiencias y sentimientos similares, generados por la existencia del Síndrome de Rokitansky. Por esta razón, quiero compartir un poco de mi historia con ustedes...
Como la mayoría de las mujeres, supe sobre el Síndrome durante la adolescencia debido a la ausencia de menstruación. Visité al ginecólogo por primera vez a los 14 años, pero pasé casi dos años tomando medicamentos hormonales, haciendo exámenes ...
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Hola, Amigas Roki. Me gusta el término 'amigas' porque, aunque no nos conozcamos, estamos conectadas por experiencias y sentimientos similares, generados por la existencia del Síndrome de Rokitansky. Por esta razón, quiero compartir un poco de mi historia con ustedes...
Como la mayoría de las mujeres, supe sobre el Síndrome durante la adolescencia debido a la ausencia de menstruación. Visité al ginecólogo por primera vez a los 14 años, pero pasé casi dos años tomando medicamentos hormonales, haciendo exámenes y consultando a diversos especialistas, ya que mi primer ultrasonido mostró un útero infantil.
Solo cuando cambié de médico, el Dr. J.M. pudo identificar y diagnosticar el Síndrome, y por ende, la ausencia de útero. Esta noticia impactó mucho a mis padres, especialmente a mi madre, quien anticipó todo el sufrimiento posible que podría enfrentar y lo sintió por mí de antemano.
Tanto mis padres como el Dr. J.M. fueron muy comprensivos al hablar sobre el diagnóstico, lo que hizo una gran diferencia en cómo procesé la noticia. En realidad, no sentí un impacto muy grande; con mi fe, estaba segura de que algo especial estaba reservado para mí, ya sea la adopción, una vida feliz sin hijos biológicos o algo más.
Sería mentira decir que no lloré ni sentí dolor en los años siguientes, ya que a veces los sentimientos de insuficiencia e inferioridad me visitaban por las noches. Pero decidí enfrentar estos sentimientos sola, con el pensamiento de que la incapacidad de concebir era una condición que formaba parte de mí y que eso no cambiaría. Entendí que yo era la única que podía cambiar la forma de ver la situación y que nadie más debía sufrir por ello.
Durante muchos años evité tocar el tema pensando que podría evitar más sufrimiento por parte de mis padres, y me hice la fuerte, incluso cuando no lo estaba, para no sacar a relucir el 'elefante en la habitación'. Cada vez que surgía el tema, me esquivaba diciendo que Dios sabe lo que hace y que no sufriría de antemano por algo que aún no había ocurrido en mí, que era el deseo de ser madre.
Después del diagnóstico, terminé una relación y, inconscientemente, cerré las puertas a nuevas relaciones porque no sabía el alcance de mi canal vaginal, si podría tener una relación sexual normal y no podía imaginar cuándo sería el momento adecuado para contarle a alguien que, para estar conmigo, tendría que renunciar al sueño de tener un hijo biológico.
A los 19 años, comencé un proceso de psicoterapia, que me ayudó mucho en mi autoconocimiento y madurez, cambiando la forma en que me relacionaba conmigo misma y con las personas que me rodeaban. Me permitió entender que, si me aceptaba y estaba bien conmigo misma, podría servir de ejemplo para otras personas.
A los 21 años, conocí a alguien. Lo que deberían haber sido solo unos encuentros casuales se convirtieron en algo real, durante el cual descubrí la ausencia del canal vaginal y decidí contar la verdad. La respuesta de esta persona ante la noticia del Síndrome fue uno de los momentos más especiales y significativos de mi vida, confirmándome la duda que me había rondado durante tanto tiempo: ¿realmente hay algo especial esperándome?
En ese momento supe que, aunque esa relación no funcionara, era suficiente y completa, y que otras personas también podían verlo. Esto me hizo perder el miedo a hablar sobre el tema, permitiéndome aceptar quién soy y hablar abiertamente sobre el Síndrome de Rokitansky y la imposibilidad de concebir.
Mi novio y yo fuimos trabajando en las posibilidades, en caso de que algún día nos casáramos y quisiéramos tener un hijo, para que ambos nos sintiéramos cómodos expresando nuestros sueños y deseos, sin restricciones ni vergüenza.
A los 23 años, decidí someterme a una cirugía para construir un canal vaginal, no por mi novio, sino por mi bienestar. Todo salió según lo planeado y el resultado fue un canal perfectamente funcional.
A los 24 años, me casé con el mismo hombre que me entendió y que me ayudó a entender que soy una mujer como cualquier otra, pero especial a sus ojos.
He pasado por dolores físicos, situaciones incómodas con médicos y exámenes, sentimientos desagradables y tristes, momentos de duda y muchas otras cosas. Pero frente a todo ello, elegí creer que soy mucho más que el Síndrome de Rokitansky y que este influyó en mi crecimiento emocional, profesional y en quien soy hoy en día.
¿Quién no pasa por momentos difíciles? ¿Quién no tiene sus limitaciones? ¿Quién es perfecto?
Puedo decir que no soy nada de eso, pero soy única. Estoy feliz de tener personas que me aman y aún más feliz por haber comprendido desde temprano que mi fe y mi amor propio son las cosas más importantes que puedo tener. No soy realizada A PESAR del Síndrome, ¡soy realizada POR SER Rokitansky!
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Bruna, Carmópolis de Minas, MG
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